En diciembre de 1988, Nacional derrotó al PSV Eindhoven y se consagró campeón del mundo. Ya venía con la Libertadores bajo el brazo, pero ahora era el monarca del planeta.
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SUSCRIBITEEn este informe, Eduardo Rivas cuenta, con testimonios de primera mano, cómo llegó al tricolor una de sus figuras más importantes de los últimos 35 años.
En diciembre de 1988, Nacional derrotó al PSV Eindhoven y se consagró campeón del mundo. Ya venía con la Libertadores bajo el brazo, pero ahora era el monarca del planeta.
Sin embargo, no eran tiempos de bonanza en la institución de La Blanqueada. Había asumido la presidencia Roberto Recalt, y se encontró con las arcas del club diezmadas y la necesidad de renovar un plantel que, inevitablemente, iba a desarmarse.
Heber Lambert, yerno de Roberto Recalt, recuerda que “no había recursos genuinos, no había una masa social como la que hay ahora ni se daban esos pases que pudieran ayudar en medio de una gestión”.
Pero Recalt tenía una intuición. En épocas en que no había internet y las comunicaciones eran más lentas, como buen futbolero seguía, número a número, la revista argentina Sólo Fútbol. Allí, semana a semana, se hablaba de un panameño que jugaba en Deportivo Paraguayo, de la divisional D, y hacía goles casi todos los partidos.
Recalt consultó a un conocido que tenía en la AFA, y este le aconsejó que lo trajera a Nacional, que iba a ser “un fenómeno”.
Y lo fue a buscar.
El propio panameño de la historia, Julio César Dely Valdés, recuerda ese momento:
“Fue algo insólito. Yo jugaba en el Deportivo Paraguayo, que militaba en la última categoría del fútbol argentino. Recuerdo que el 28 de diciembre, en una fiesta del club me dicen los directivos que Nacional de Montevideo había preguntado por mí. Y hacía unos días que Nacional se había consagrado campeón del mundo… 28 de diciembre, Día de los Inocentes… ¿Quién va a creer una noticia como esa?”
Finalmente lo creyó y llegó a Nacional. El resto es historia conocida.
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